lunes, 17 de marzo de 2014

EXPERIENCIA DEL SILENCIO.


Bueno, para explicar las meditaciones que hice durante mi periodo de silencio, creo que sería conveniente dividir por días los sucesos y la forma que tuve de afrontarlos:

DIA1: Ese día estaba ilusionado la verdad, y me fui a clase convencido. Cuando me planteaba lo del experimento días antes, creí entender que no hablar era solamente una forma de incitar al aislamiento, pero que esa elección no tenia porqué estar supeditada a no hablar, si seguía ejerciendo comunicación. Así que cuando llegué a clase, me senté en la última fila, como hice los tres días,  me dedique sencillamente a “egocentrarme”, intentando no mirar a nadie, no centrarme en los demás, y colocarme siempre a mi mismo en el momento de acción, que lo que hacía y lo que pensaba constataran todo mi entretenimiento. Y si en algún momento alguien se dirigía a mí, sencillamente señalaba la tarjeta donde indicaba “No entablo comunicación. Experimento filosófico. Perdón por las molestias” y dejaba que el contenido de lo que me hubiese dicho pasase de largo sin ocuparme en absoluto (conforme pasaba el tiempo fui cogiendo más fuerza en esto), evitando cualquier tipo de deferencia o empatía hacia el estado en el que se encontrase esa persona…que suele ocupar mucho de mis pensamientos.

El efecto que esto tuvo sobre mí, fue un incremento de mi concentración. No solo me sentía más fluido en resolver las tareas de clase o en mi lenguaje escrito, sino también en mis pensamientos. Eso me hizo meditar sobre si quizás la necesidad que tenemos hacia los demás está sustentada más en algo afectivo que muchas veces se opone a nuestras ambiciones (principalmente porque interfiera a nuestra concentración o ocupe mucho tiempo, no por la interacción en sí). Como supongo que cada uno tendrá su forma de ver a los demás, en mi caso al menos, mis intereses no están relacionados con la mayoría de mi actividad social (aunque con forme se crece creo, vas conociendo a gente que comparte tus inquietudes y ello contribuye a que tú mismo te encuentres) y sin embargo, la desarrollo igualmente.  Por afecto quizás, porque así he aprendido a ser, no lo sé, quizás un mixto de muchas cosas. Creo que tiene que tiene ver con cómo me han educado y la verdad, y aunque estuviese excusado en que fuese una experiencia filosófica, claramente, no pierdes un brazo por dejar centrarte en lo que “se requiere” y pasar a lo que tú mismo necesitas. Quizás esto moleste pero…hacía tiempo que no dormía tan tranquilo de saber que estaba aprovechando mi tiempo.

DIA2: Aquí empecé a cambiar las cosas. A ver, conforme iba meditando acerca de lo que os expuse antes, veía que estar en silencio no era práctico. El día anterior, solo había roto el voto de silencio una vez, que no di importancia para no chafar el experimento, debido a que Aristóteles y compañía en sus peripateos de entre clase, se dedicaban a darse de ostias en los baños y empujaron a uno de ellos contra la puerta en el momento en que yo metía la cabeza para entrar. Fue curioso porque los chavales se me quedaron mirando, ya que no dije nada xD. Como podréis imaginar, pedí hielo. Otra situación de ese día que se me complico fue cuando mi padre cambio el pan de mi desayuno por pan integral, pero puesto que yo no lo sabía barajé la posibilidad al ver mi bocadillo de que fuese pan normal (soy celiaco, y el trigo y yo no nos llevamos muy bien) por lo que no desayuné. Contusionado y con hambre, la verdad, me crecí porque me daba la impresión de que algunas cosas jugaban un poco en mi contra esa mañana. De aquí parto para afirmar el tema del utilitarismo del silencio. Ya creí haber entendido la sutil diferencia entre estar para uno mismo y para los demás, y ahora quería darle un sentido más utilitario. ¿Cómo aplico esto? Así que me permití hablar, solamente en cuestiones relacionadas con lo académico y lo estrictamente necesario, de nuevo sin pretender formalismos, solo de manera utilitaria.

Aquí fue cuando alguno de mi compañeros creo pudo sentirse algo…ofendido. Puesto que cuando hablaba lo hacía hacia un profesor y ellos bromeaban dirigiéndose hacia mí respecto al tema mientras yo les ignoraba. Pero a mi modo de ver, me parecía interesante hacerlo, porque me di cuenta de que de las dos tendencias que tengo, a digamos preocuparme de mis intereses y a interactuar con los demás, esta tiene un peso más sentimental, por así decirlo, que muchas veces nubla. Cuantas veces habremos estado estudiando y lo hemos dejado para charlar por whatsupp, o encendemos el ordenador casi como un automatismo, buscando a los demás. Es una necesidad, pero hay que saber gestionarla. Me parece absurdo decir que se tiene o no adicción a una red social por medio de la cual hablas con tus amigos, por ejemplo, a lo que somos adictos es a estos. Si precisamente les ignoré, fue porqué tendía a hablarles con más fuerza que a centrarme. En ese sentido, la experiencia sirve para comprobar algo que no es nuevo pero que puede que demos poca importancia, que es la capacidad de autocontrol (véase aplicado a la ostia del baño, que creo, no hubiese sido mejor si les hubiese dicho algo).

DIA3: Bueno, realmente, aquí me dediqué a dar forma a todo esto. Me permití también algunas licencias afectivas, como ayudar a mi hermana con su examen, y también responder escuetamente al teléfono.

Exponiendo una idea que luego usaré a modo de conclusión, noté que se incrementaban los intentos de interacción hacia mí. La gente me buscaba más, tanto en casa como en la escuela. Esto tiene relación creo con el efecto que tenemos en los demás…pero también en lo que buscamos. Las bromas, las cosquillas o el “asiente si estás de acuerdo” fueron habituales en los tres días, con personas además con las que normalmente no interacciono en ese tono (principalmente profesores, a los que ignoré como a todo el mundo y que quizás luego hablé en las clases xD). Esto me hizo pensar en cómo cuando estamos en sociedad, la cabeza maquina formas de llamada de atención, buscando un objeto de comunicación, en lo que claramente lo distinto automáticamente se convierte en comentable. Porque lo importante, es comunicarse, más que lo que se dice. Es como si hubiese una balsa de palabras, paja, sin más sentido que el de provocar momentáneas satisfacciones en nosotros o en los demás, y que se dicen como un rictus, un hábito. No creo que se nada malo, forma parte de cómo llenamos las horas. Pero a mí, al menos, que tengo cierto “hábito” de preocupación por algunos temas de estudio, me veo a veces cohibido al no encontrar tiempo para ellos, en pos de dichos hábitos que además de monótonos a veces, no nos hacen mejores o peores por sí mismos, o más bien, no hacia nosotros mismos.

Creo además…que de ahí deviene todo el tema. Como en el disfraz, nos preocupa que piensen de nosotros. Pero la realidad es que cuando acabé el experimento, compré una tableta de chocolate y repartí en clase a los compis que podrían haber sentido que fui un borde. Realmente no existió ese problema conmigo, pero me gustó hacerlo. Creo que con inteligencia, no es necesaria una comunicación sin cese hacia los demás para conservar los amigos. Creo que con las redes sociales hoy día, tenemos muy poquito silencio. Ya ni en nuestra habitación estamos solos. Llenar el tiempo con los demás es muy satisfactorio y fácil…pero creo que es mejor cuando tienes muchas cosas que compartir. Ahí es donde van contando, gota a gota, los ratillos que tenemos para nosotros mismos. En lugar de partir de un dialogo basal, siempre hacia fuera, mejor quizás callar cuando no hay nada que decir y tener siempre una habitación mental donde dialogar con uno mismo y en la que puedas enriquecer tus posteriores conversaciones.

Bueno y por último quiero agradecer a todos los que me han echado de menos sus palabras de afecto el viernes y...pedirles que no sean tan melodramáticos por tres días, porque yo me lo he pasado muy bien siendo un borde consentido xD. 













lunes, 10 de marzo de 2014

La ética de la virtud


El capítulo entabla el contraste entre las distintas concepciones de moral/ética  en épocas del pensamiento posteriores a la griega y durante esta. Muy resumido,  apelaría a la diferencia ideológica de considerar las acciones o nuestro “carácter” como decisivos en ser o no morales o éticos, por así decirlo (“¿Qué es lo correcto hacer?” o bien “¿Cuál es el mejor modo de vida?”). Para ayudar a diferenciarlo, plantea la posible distinción entre moralidad, más relacionada con el deber o compromiso social, y la ética, atribuible a los principios o las disposiciones y la formación como individuo.
Vista la moral como fruto de una filosofía posterior a la griega, no me queda otra que pensar en el cristianismo como posible motivo de este cambio, más condicionado por el miedo al error que por la búsqueda del acierto, aunque seguramente la estructura por poblaciones también haya tenido su significancia, pues a partir de que se sustituyen las polis por naciones, no molestarse unos a otros debe de revalorizarse probablemente.

En la “ética de la virtud” griega al parecer, la depuración de uno mismo devenía de 4 virtudes : coraje, justicia, templanza e inteligencia. La persona buena por tanto, no se definía por hacer cosas buenas. Más bien, el hacer cosas buenas, era síntoma de virtuosismo. Puede resultar confuso entender la diferencia, que sencillamente reside en lo que prioriza. Hoy día tenemos valores universales, derechos humanos, escrituras para los creyentes, leyes y toda clase de guías de la virtud por así llamarlos, que nos dictan que es bueno o malo, correcto o incorrecto, legal o ilegal, etc. Resulta más lejana la ética griega, como la preocupación del guerrero por encontrar el estado físico y mental que le lleva a ser mejor, de la actual mas basada en el correcto modo de operar matemáticamente según las premisas recalcadas, cediendo la búsqueda del reconocimiento de uno mismo al psicólogo o psiquiatra remunerado (no es crítica ni generalismo).

Desde el punto de vista ético planteado por los antiguos pues, la virtud no consistiría en la búsqueda del buen hacer, sino en el reconocimiento de uno mismo y la optimización hacia el objetivo, que era eudemónico (eudaimonia: “felicidad” pero también “colmar”, “llevar una buena vida”).

Da la impresión de que hoy día, en el vórtice de de entretenimientos y de premisas validas que auto-gratifican sin mucho esfuerzo, quedan pocos griegos que busquen relacionar su forma de ser con su día a día, y encontrarse en un estado en el que puedan desarrollarse mas plenamente. Puede que la gratificación social haya sustituido a la búsqueda del conocimiento  que saca de la cueva platónica, al fin y al cabo, para que salir si te han puesto un sofá y un ordenador a juego con las sombras de la pared.

Y es que cuando uno se plantea estas cosas, aparecen dos dudas, la primera atiende a la factibilidad o inviabilidad de esto, y la segunda atiende a cómo debe hacerse.

Respecto a lo primero, bueno, para mí al menos, no hay más que ver el panorama político de nuestro país para entrever que hay un serio déficit ético, que no es incompatible con saberse al dedillo los valores morales. Quizás, si muchas de las personas, particularmente egoístas,  que con su onda expansiva generan mucho daño a todo un pueblo, se hubiesen puesto por objetivo ser más eficientes en lugar de apostar por la demagogia y la coacción, no creo que tomaran por superflua la indignación ciudadana. Si entendieran que el poder está sustentado en la tolerancia de los de abajo a sus errores, y que no es cuestión de justificar tu bondad o tu maldad, tu fiabilidad o tu corrupción, tu inocencia o culpabilidad, sino de ser coherente a tu cargo, el panorama político sería muy distinto, y mucho más alternante. Porque podría resultar que lo que consigue dicho ente “políticamente correcto” al preocuparse de la moral más que de la ética propia, es convertirse en un actorucho que lucha por creerse su propia obra. Podría ser que la mentira, fuese fruto del intento de hacerte la cara a una careta, en lugar de buscar una que te valga.

Respecto a lo segundo, y atendiendo al Intelectualismo Moral socrático citado en el capítulo, creo que aprender te hace fuerte. Si pones suficiente ímpetu y atención, y buscas siempre enriquecerte, se te abrirán muchas puertas, a la vez que alimentas juicios para elegir con inteligencia cuales cruzas. Y esto pienso, te hace llegar al buen hacer.

Para ello y como he llegado a modo de conclusión, es necesario perder el miedo. Miedo a cambiar, miedo a vivir cosas, miedo a romper esquemas o a salirse, de vez en cuando, de lo moral en pos de lo ético, y así darle a la moral el valor que tiene: un modo de no molestarnos unos a otros. No un medio para triunfar. No buscar la aceptación en el cumplimiento de la norma, en la ecuanimidad con tus semejantes, sino en el ensalzamiento de uno mismo, en la defensa del respeto de tu individualidad. Crear tú, en definitiva, tu propia mascara.

No creo pues, que la principal preocupación sea acceder a la actuación modélica, sino a la conciencia más elevada posible, y entonces, en palabras de nuestro profesor de filosofía, se cae solo.



Y ahora os dejo con uno de mis artistas favoritos que  tiene una canción bastante aplicable a lo que he expuesto, y una de sus frases para meditar:

“la felicidad es como el orgasmo…si la piensas mucho, se irá” xD